La historia de la dieta cetogénica y los ayunos confirman que son métodos seguros para la inmensa mayoría de la población, pero hasta hace poco no existían estudios detallados sobre sus beneficios y mecanismos de actuación.
Para tomar la decisión de probar algo nuevo debemos analizar el riesgo beneficio, y es lo que haremos.
Claridad mental
Ningún animal cuya concentración e inteligencia se redujera
por no comer durante un tiempo breve hubiera sobrevivido en un entorno salvaje. Y esto es especialmente cierto en los humanos, que no destacamos por ninguna cualidad física. Nuestra ventaja competitiva residía en nuestro avanzado cerebro, y precisamente cuando la comida escaseaba era más importante preservar su rendimiento.
La cetosis reduce la inflamación de bajo grado en el cerebro, mitigando síntomas de ansiedad y depresión.
Es importante aclarar que tanto este beneficio como algunos otros se logran tras un periodo de adaptación. Al principio, es probable que notes justo lo contrario. Debes perseverar durante un tiempo, hasta llegar a la fase II de cetoadaptación.
Pérdida de grasa
Uno de los debates más acalorados en el mundo de las dietas tiene que ver con el impacto del reparto de macronutrientes en la pérdida de peso.
Por un lado, están los defensores de las dietas tradicionales bajas en grasa, para quienes cualquier otra estrategia es peligrosa. Sin embargo, muchas personas han logrado mejores resultados con dietas bajas en carbohidrato, y consideran por tanto que es la única receta válida.
Muchos concluyen por tanto que no importa el reparto de macros, pero ignoran un factor muy importante, el causante de que la mayoría de las dietas fracasen: el hambre
El debate por tanto no debería ser realmente qué reparto de macros produce mayor pérdida de peso en un entorno controlado de laboratorio, sino qué dieta reduce más el hambre y facilita por tanto el mantenimiento del déficit calórico. Y en este sentido, la dieta cetogénica tiene una clara ventaja.
Por este motivo, la mayoría de los estudios que se basan en comer hasta la saciedad (En vez de intentar igualar el déficit calórico), muestran mayor pérdida de grasa con una dieta cetogénica.
Reducción del hambre
Aunque el efecto supresor del apetito en las dietas Cetogénicas se conoce hace tiempo, y fue ya reportado por los primeros experimentadores, no estaban claros los motivos. Se explicaba únicamente por el poder saciante de las grasas, y aunque tiene algo de cierto, hoy conocemos otros factores.
Para empezar, los propios cuerpos cetónicos tienen un efecto supresor directo del apetito. Estudios en animales demuestran que la administración exógena de cuerpos cetónicos reduce automáticamente la ingesta calórica, en mayor medida que la energía aportada por estos cuerpos cetónicos.
Otros estudios indican que la dieta cetogénica produce una mejor respuesta de las hormonas que controlan el ciclo de hambre-saciedad, comparado con las dietas convencionales.
El resultado es una mayor facilidad para mantener el déficit calórico durante más tiempo, y por tanto una mayor pérdida de grasa con menos esfuerzo.
Activación de la autofagia
La autofagia es nuestro proceso interno de reciclaje celular, y la restricción calórica intermitente es una de las formas más eficientes de activarlo. Durante la mayor parte de nuestra larga historia como especie se alternaron periodos de abundancia con momentos de escasez, dejando a la autofagia actuar con frecuencia.
En la sociedad moderna, sin embargo, comemos cada pocas horas durante todos los días del año, sea invierno o verano, con pocos espacios para la activación de este poderoso proceso fisiológico. Cada vez más estudios asocian inhibiciones de la autofagia a muchas de las enfermedades crónicas modernas, desde diabetes hasta cáncer.