Los lineamientos sobre el ejercicio físico en la mujer embarazada han sufrido diversas variaciones en función de la información científica disponible. La relación positiva entre embarazo y actividad física ha estado clara desde tiempos de Aristóteles; quien atribuyó los partos difíciles a un estilo de vida sedentario.
A lo largo de los siglos las consideraciones sobre los beneficios o daños del ejercicio durante el embarazo han ido balanceándose a uno y otro lado; simplemente motivadas por juicios y observaciones. A finales del siglo XIX se publicó el primer estudio científico sobre este tema, seguido de otros trabajos que confirmaban la idea inicial de Aristóteles.
1920
No será sino hasta las décadas de 1920 y 1930 cuando aparezcan los primeros programas de ejercicios prenatales, con el objetivo de facilitar el parto y reducir la necesidad de los medicamentos contra el dolor.
Fue el doctor Read quien desarrolló un programa de ejercicios respiratorios y gimnásticos para disminuir el dolor durante el alumbramiento, asentando las bases de un cambio a favor de un embarazo más activo y ameno en las mujeres.
1950
Posteriormente, en 1950 se recomendaba caminar de 1 a 2 kilómetros diarios; preferiblemente repartidos en varias caminatas cortas, continuar con las labores cotidianas de la casa y se contraindicaban las prácticas deportivas.
1960
Con la llegada de la revolución del fitness en la década de 1960 hubo una explosión en el ámbito de la práctica del ejercicio físico; que se extendió a los programas de clases para embarazadas en los años 80 con prometidos beneficios.
El American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) comenzó a recomendar la práctica del ejercicio físico aeróbico durante el embarazo, aunque advertía del daño que podrían causar actividades de alto impacto como la carrera; y por lo tanto, la aconsejaban con cierta precaución.
Las recomendaciones expuestas por este primer posicionamiento resultaron excesivamente conservadoras.
1990
En 1994, y dada la alta inclusión de la mujer en todas las esferas sociales y en el deporte, el ACOG revisó su posicionamiento y adoptó enfoques menos conservadores, siempre que la embarazada estuviera sana y no surgieran complicaciones en el transcurso del embarazo.
Pese a que instituciones como el ACOG o similares alientan a la práctica de ejercicio físico durante el embarazo; se ha cuantificado que una gran cantidad de mujeres desconocen la información básica referente a la relación entre ejercicio físico y embarazo y; desgraciadamente, un gran número de ginecológos y obstetras no recomiendan la realización de ejercicio físico. Asimismo, cuando recomiendan su práctica, prescriben entrenamientos más conservadores que los establecidos por el ACOG.